Han sido numerosas las páginas escritas con la historia de la migración venezolana en decenas de países del mundo donde nuestros compatriotas han llegado, estas con gran variedad de matices, desde las historias más oscuras hasta aquellas donde se cubre al personaje de algunos toques de heroísmo. Es así como deseamos anexar una historia más del éxodo venezolano, más por el deseo de que sean conocidas las razones que llevan al desarraigo, que para seguir hablando de un tema de “moda” en nuestra región. Esta impulsada por un argumento distinto, poco explorado si se quiere, pero tan válido y humano como las líneas que se explicarán a continuación. Por Andrea G. Leal Castellano Rubio (Táchirá - Venezuela).- Esta historia comienza en Rubio, Estado Táchira, a unos 40 minutos del paso fronterizo en el Puente Internacional Simón Bolívar. Su protagonista una treintañera a quien llamaremos Ingrid. Entre los agites de su vida cotidiana y el cuidado de su madre, quien se encontraba enfrentando una enfermedad que afectó su movilidad corporal normal, Ingrid experimenta un severo sangrado por más de 20 días, por lo que decide recurrir a una consulta ginecológica, es allí cuando la especialista que la atiende determina la presencia de un tumor que se aloja en el útero y le ordena exámenes urgentes para conocer si esta formación es cancerígena, estos hechos se desenvuelven en Octubre de 2018. Ingrid comenzaba un doloroso camino, junto a sus dos hijos y el resto de su familia, hasta lograr un diagnóstico de cuello uterino (se utiliza el verbo lograr para enfatizar lo difícil que es en la Venezuela de hoy obtener asistencia médica eficiente). Los doctores del Hospital Oncológico del Táchira determinan la no probabilidad de operación y recomiendan un tratamiento que abarca la aplicación de radioterapias y quimioterapias en paralelo. Junto a su familia indaga sus opciones en Venezuela, encontrando que en el caso de la quimioterapia podría ser aplicada en dicho centro si su familia costeaba su compra en Colombia y para las radioterapias debía trasladarse a Caracas, Mérida o Barquisimeto para entrar en listas de espera. Previo a este momento, en una temporada que Ingrid estuvo en la ciudad de Cúcuta cuidando de su madre quien era atendida allí por ser ciudadana colombiana, más por precaución realiza los trámites para obtener su cédula de ciudadanía, sin imaginar que esta sería su única opción para tratarse meses después. De hecho, solo tenía un carnet provisional para el momento en que es diagnosticada.
Es así como luego de meditarlo, llorarlo y -entre más temores que certezas- cruza el puente internacional con la única finalidad de salvar su vida en una carrera contra el tiempo. Luego de varias diligencias legales y de un acercamiento a la familia de su madre radicada en la ciudad de Cúcuta en un periodo de dos meses comienza un tratamiento doloroso tanto físico como emocionalmente, entre el sentimiento de soledad que significa dejar a su familia atrás, pues los recursos económicos no eran suficientes para que ellos pudieran acompañarle. No eran estas las causas típicas de la migración de las que se habla ampliamente, pero era una de las más significativas, era una lucha por vivir. Ha tenido que ir sola a consultas y sesiones del tratamiento, porque apenas alcanzan sus dos familias (En Colombia y Venezuela) a cubrir los gastos más básicos. Sin embargo, agradece enormemente la oportunidad que tuvo de diagnóstico en su amada Venezuela y de ser tratada en su redentora Colombia, donde su familia para la que era básicamente una extraña ha sido su única compañía. Hoy a 9 meses de su diagnóstico en Venezuela, luego de seis sesiones de quimioterapia, cuatro de radioterapia y cuatro de braquiterapia, luego de meses de soledad, dolor físico y fortalecerse, espera a que los médicos la valoren y se determine su remisión. En Venezuela su familia espera su regreso y ora para que sea completamente sanada, haciendo siempre oración por todos los médicos, enfermeras, técnicos y colombianos comunes que han contribuido a un tratamiento que en Venezuela es hoy imposible de cubrir. Esta es la historia de una de las personas que más admiro en el mundo, Ingrid, es mi prima y junto con mi familia deseamos agradecer a aquellos que han contribuido a recibir a enfermos venezolanos como ella en Colombia y devolverlos sanos a sus familias. También por aquellos que en el deterioro de sus condiciones médicas encontraron al cruzar la frontera una muerte más digna. En especial a Camila y Víctor que en sus condiciones humildes se han desprendido de lo poco que tienen para salvar una vida. A todos Dios les pague….
1 Comentario
Estefania
8/30/2019 08:50:52 am
Dios bendiga a Ingrid, y su valiente historia de vida y salud
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