Por Héctor Cortéz / Representante de la emisora Fe y Alegría Mérida como reportero de la Red Entre Parceros y Panas. ¿De dónde es la arepa? ¿De Colombia? ¿De Venezuela? La verdad creo que poco importa. Con el paso del tiempo, la arepa logró hacerse un espacio muy importante en la mesa de estos dos países y porque no decirlo del resto de Latinoamérica. Es el caso de la arepa andina, plato tradicional que no puede faltar en la mesa de la familia merideña. Hoy conoceremos como se hace esta arepa de la mano de Beatriz Ramírez, merideña, criada en un pueblo típico de los andes venezolanos, quien, con sus 30 años, vivió su infancia en Piñango, un pueblo del páramo merideño, enclavado en las montañas a las orillas del río Churí. Con un clima frío, la calidez de su gente es inigualable, y por su puesto la arepita no podía faltar. “Es un pueblo pequeño, productor agrícola, se siembra entre otros rubros, papa, apio, zanahoria, ajo y otras hortalizas, también se da la ganadería, pero solo en ciertas zonas de uso familiar. La calidez de su gente compensa lo frío del clima, la gente de Piñango es muy trabajadora, muy humilde”, Afirmó Beatriz.
1 Comentario
Producción realizada en Colombia con amor venezolano Un metro y medio de tela para soñar sin fronteras Por Luz Stella Colmenares G, reportera de la emisora UNIMINUTO1430, quienes hacen parte de la Red Entre Parceros y Panas. Franklin nació en Barquisimeto y paso la mayor parte de su vida en Caracas, Venezuela donde estudió abogacía, posteriormente se casó y fue padre de tres hermosas niñas. Allí en Caracas vivían tranquilos hasta que se comenzaron a presentar dificultades para conseguir trabajo y así suplir las necesidades de su familia. Tiempo después de pasar innumerables noches en vela pensando qué hacer, y de horas de conversaciones con su esposa acerca de la difícil situación que vivían, decidió emprender su viaje hacia Colombia, con una maleta ligera, y con el dolor que jamás pensó sentir de separarse de lo que más amaba, su tierra y familia, sin embargo, en su maleta llevo todas las ganas de trabajar y conseguir el sustento para sus hijas. Recuerda que cuando llegó a Bogotá con su hermano, el frio, la soledad y la indiferencia empezaron a afectar no solo su cuerpo sino también su alma. Había días duros, donde las fuerzas se acababan, las calles parecían interminables de tanto caminar, preguntando: direcciones, rutas de transporte para llegar a lugares donde ofrecían empleo; recorriendo restaurantes, almacenes, centros comerciales, buscando empleo. “Los días empezaron a pasar muy rápido y a pesar de ahorrar al máximo, casi no comíamos, los pocos recursos que traíamos se agotaban. Y no solo el dinero sino las expectativas con las que llegamos se diluían día tras día.” Afirmó, Franklin. No fue fácil debido a su situación como inmigrantes, y conseguir un empleo fue imposible. |
Details
Haz clic aquí para editar.
Archivos
Enero 2024
Categorías |